Wednesday, April 27, 2011

Deep in the heart of Texas (XVI): San Antonio (I)

Las botas gigantes
Estas inmensas botas están en el centro comercial “North Star” de San Antonio y son un auténtico símbolo de la ciudad.

Las creó un artista de Austin llamado Bob Wade en 1979 en Washington DC y allí estuvieron, a tres manzanas de la casa Blanca, hasta 1980 año en el que la compañía Rouse contactó con Wade y se las compró.

El traslado fue un quebradero de cabeza, se necesitaron tres camiones para hacer dos mil quinientos kilómetros por carreteras de segunda para evitar a la policía, ya que su tamaño no era legal para ser trasladadas por carretera sin carísimos permisos especiales.

Miden más de doce metros y tienen un peso aproximado de dos toneladas cada una. Están construidas con materiales recogidos en edificios derruidos en Washington DC, y recubiertas con un material sellador fabricado por la NASA.

Han sido hogar para un sin techo e incluso estudio de una emisora de radio especializada en country & western. Durante la época navideña más de tres mil bombillas las iluminan.

El coste de construir este par de botas de sin igual tamaño fue de $20,000. Y sí, claro, la piel de avestruz que las recubre es falsa.
Mr. Blue

Monday, April 25, 2011

Camino a casa: Semana III

Siguen los casi tres kilómetros diarios de calor, tráfico e inspiración fotográfica. El coche que busco sigue sin aparecer, a veces me pregunto si es una prueba de paciencia o una muestra de que ha llegado la hora de cambiar de ciudad. Mientras tanto...

Lunes 18 de abril: Otra vez lunes y la banqueta (acera) cerrada...

Martes 19 de abril: Siempre ahí y ninguna foto hasta hoy...

Miércoles 21 de abril: Son gigantes y no molinos...

Jueves 22 de abril: Estrella de noche apagada.

Mr. Blue

Monday, April 18, 2011

Camino a casa: Semana II

Sigo con el síndrome de perdedor, sin ruedas ni motor, sólo piernas y ganas de caminar. Semana dos de lo que parece va a ser un largo peregrinar. En Houston hay muchas cosas que no ves por ir pendiente del tráfico.

Lunes 11 de abril: Vaya mierda de lunes, prisas en el pasillo del colegio.

Martes 12 de abril: Pulsa para jugarte la vida.

Miércoles 13 de abril: Encuentro casual.

Jueves 14 de abril: Ford Mustang 2008, 43 años de mito.

Viernes 15: Corte de pelo.
Mr. Blue

Saturday, April 16, 2011

Mujeres (VI): Marina



Era la perla de una familia de miembros de grava, bella, de fina figura y con una luz potencial que se apagó demasiado rápido. Marina tenia la edad eterna del rock and roll cuando empezó a jugar con lo que ella pensaba que era fuego inofensivo. Tenía los ojos claros, tan claros como firme su cuerpo. No era muy alta pero sus curvas parecían hechas a medida, tenía el pelo largo y lacio, y sabía besar.
La verdad es que era tan escultural como poco selectiva, las hormonas libraban una victoriosa guerra de trincheras contra las neuronas y tras un año de descubrimientos, conquistas y curiosidades satisfechas, acompañada de banda sonora de canciones de los Doors, Marina vivió su penúltima aventura un verano.
Ella tenía diecisiete y él algunos más, fue un encuentro furtivo, en la fría y oscura nada, y fue a oscuras porque, al final, Marina no era más que una niña curiosa, pero sobre todo una niña. Aquello fue algo rápido e insípido pero a ella se le escapó una muestra de cariño, se dijeron adiós y no se volvieron a ver más hasta el día de su boda.
En su siguiente aventura surgió un problema, un pequeño problema al principio que creció hasta mutar en obsesiones suicidas que se transformaron en un matrimonio por obligación que a su vez, tras cuatro meses, se convirtió en el nacimiento de un niño sanísimo y que algunos años después acabó en divorcio.
El teatro de su vida se cerró con dieciocho años y tardó mucho tiempo en ser restaurado y reabierto, justo cuando Marina se había convertido en grava polvorienta.
Cosas que pasan todos los días…
Mr. Blue

Wednesday, April 13, 2011

Camino a casa: Semana I

En esta ciudad no tener coche es sinónimo de ser un perdedor, sin embargo, caminar treinta minutos diarios, cinco días a la semana, te hace descubrir tesoros de tienda de todo a cien que no se aprecian desde la tranquilidad de la burbuja de tu automóvil.

Lunes 4 de abril: "No fume por favor pague antes."

Martes 5 de abril: Ford Mustang 1968, un sueño inseguro.

Miércoles 6 de abril: Autopista en el cielo azul

Jueves 7 de abril: Publicidad inútil

Viernes 8 de abril: El Mustang sigue ahí, le estoy oyendo llamarme...

Mr. Blue

Tuesday, April 12, 2011

Mano a mano

Natura no me dio un cerebro muy agudo...

pero lo que Natura no da a veces se puede disimular con las manos...

que son sin duda las mejores herramientas que alguna vez se hicieron.

De niño no se es consciente de su valor,

pero de adulto no sabes qué hacer sin ellas.

Empezar a caminar erguidos fue clave para el desarrollo cerebro/manual...

Yo por suerte tengo dos.

En esta se ve una curtida y sabia y otra nueva y con futuro.

Échame una mano, por favor.

Mr. Blue

Saturday, April 02, 2011

Deep in the heart of Texas (XXII): Luckenbach, Texas


Let's go to Luckenbach, Texas

Uno tarda en situar Luckenbach en un mapa de los USA, pero si eres seguidor de la música country seguro que te suena por la gran conexión que este lugar tiene con la música de raíces norteamericana.
Luckenback está situada en el condado de Gillespie a unos 80 km. de San Antonio y a 110 km. de Austin, en el gran estado de Texas, pero no forma parte de ningún equivalente a municipio. Tiene una población de dos personas (hasta hace un año aproximadamente era de tres pero falleció un miembro de la familia que vive allí), hay dos edificios hechos de madera, un almacén de chapa, un escenario, unos baños y hasta el 2002, cuando una inundación se los llevó para siempre, una máquina para trabajar el algodón y una herrería de finales del siglo XIX.
Es curioso que cuando llegas a la zona no encuentras ningún cartel anunciador: las señales de tráfico son trofeos para los ávidos coleccionistas y duran tan poco que las autoridades han decidido no reponerlos más. Sin embargo, hay algo que te hace llegar sin necesidad de que te indiquen, el lugar tiene algo especial que hace que des con él cuando estás en las cercanías.


Orígenes
Sus orígenes se remontan a 1849 cuando se establecieron en un pueblo cercano, Fredericksburg, los primeros habitantes de orígen germano de la zona. En concreto uno de los más importantes para el devenir del pueblo fue Jacob Luckenbach que llegaba como colono desde Alemania esperando hacer las américas. Se estableció en la parte suroeste de Fredericksburg pero en 1852 vendió sus propiedades y se mudó a un lugar a unos 20 km. al suroeste del sitio que nos ocupa. El tipo fue una figura importante para la comunidad, hay documentos que atestiguan que luchó en la guerra contra Méjico por la independencia de Texas, y más tarde en la guerra civil norteamericana. A pesar de todo, el nombre que adoptaría el pueblo no se debió a él, en ese juego entra otro personaje que aún conserva familiares que viven en la zona.
El señor August Engel era un predicador metodista que se estableció también en aquel área con su esposa Katharina con la que tuvo seis hijos. Al tener August varias parroquias que atender, su señora disponía de bastante tiempo libre por lo que decidió abrir un comercio cerca de su casa allá por el año 1860. La cosa empezó a funcionar muy bien, Grape Creek Town formaba parte de una ruta de viajeros y pioneros, y el hijo mayor de la pareja, August Engel Jr., viendo como en negocio florecía solicitó una estafeta postal para la tienda de su madre, con el visto bueno de su hermana Wilhelmina, conocida familiarmente como Minna, que se comprometió a trabajar con él.

Fue en ese momento cuando el amor hizo que aquel lugar, Grape Creek Town, comenzara a llamarse Luckenbach. Al rellenar la documentación para la solicitud de estafeta postal, Minna, embelesada en sus pensamientos de enamorada, escribió el nombre de su prometido, el hijo de Jacob Luckenbach, Carl Albert Luckenbach, en el espacio destinado al nombre de la oficina.
El negocio era lo que en Estados Unidos denominan trading post, un establecimiento comercial y de intercambio para toda una colonia, y fue además uno de los poquísimos que nunca tuvo problemas con los irascibles indios comanches con los que a menudo además hacían trueques por sus mercancías.
El pueblo se fue haciendo más grande y empezaron a llegar personas desde Fredericksburg, se construyó una escuela, se trajo maquinaria para procesar el algodón cosechado, se abrió una herrería... el pueblo estaba lleno de vida.
William Engel tomó el puesto de su hermano August Engel Jr. como jefe de correos en 1890, y después le sucedería en el cargo el propio hijo de William, Benno Engel, allá por 1935. Allí estuvo durante treinta y seis años, hasta que en 1971, después de ochenta y cinco de historia el comercio dejó de ser oficina postal. La causa principal fue que a finales de los 60 Luckenbach era ya casi un pueblo fantasma, aspecto que todavía conserva hoy en día.
"Town for Sale - Lock, stock and dancehall"
Un anuncio en un periódico en el que se ofrecía en venta un pueblo con una población total de tres personas llevó a un tal Hondo Crouch a pensar seriamente la posibilidad de comprarlo. Benno Engel sufría de enfisema pulmonar y necesitaba quitarse pesos de encima. Hondo conocía el lugar, las aguas del arroyo “Grape Creek” eran uno de sus lugares favoritos, así que en 1970 junto con el actor Guich Koock y Kathy Morgan, propietaria de un rancho en las cercanías, adquirieron las cuatro hectáreas por $30,000.
Hondo Crouch, fue un tejano de leyenda, ebanista, poeta, nadador, ranchero, cuentista, periodista... uno de esos tipos que hacía de todo menos trabajar y que inició la leyenda del Luckenbach que conocemos hoy en día. Aprovechando la falta de “municipalidad” del pueblo se las arregló para ser dueño y señor del lugar a un nivel que alcanzó lo cómico: nombró sheriff a Marge Ottmers, descendiente de August Engel y mujer de eternas trenzas. Hondo supo que era para la candidata idónea para el cargo porque en una ocasión Marge fue a buscar a la taberna a su primer marido, frecuente parroquiano del lugar, y regañó a un cliente por sus vituperios verbales. Le invitó a irse tan airada que ante la comprometida situación, el tipo, sin rechistar, salió por la puerta. Marge fue sheriff de Luckenbach hasta su muerte en 2004 con setenta años.
Siguiendo con la mascarada Hondo se autonombró alcalde, a Guich le hizo tomar posesión del ministerio de asuntos exteriores y a un tipo de la zona, Rey Petsch, lo designó ministro de agricultura porque recogía y vendía los huevos de las gallinas de Luchenback en un mercado en Austin.
Hondo comenzó a escribir poemas sobre Luckenbach, y el rumor empezó a extenderse, pronto empezaron a ser cientos las personas que se acercaban a ver qué demonios era aquello. Conciertos, cerveza fría, barbacoas, picnics de celebración del cuatro de julio... hasta que en 1973 ocurrió lo esperado, alguien decidió registrar un disco en directo en el salón de baile del pueblo.
Jerry Jeff Walker, conocido sobre todo por ser el autor del tema Mr. Bojangles, se acercó a Luckenbach a grabar un disco con su grupo, Lost Gonzo Band. Cubrieron las paredes del salón con balas de heno para tener un sonido más envolvente y allí estuvieron retocando canciones y ensayando durante el día, y por la noche grabaron lo que sería un disco que en la época se definió como “música country progresiva”. El álbum "Viva Terlingua" se convirtió pronto en disco de oro pero además hizo que todo el mundo quisiera acercarse a Luckenbach, y en 1974, allí mismo con Hondo como padrino, Walker se casó con su novia inaugurando una moda de la que hablaremos más tarde.
Sin embargo, el espaldarazo definitivo llegaría cuatro años después con un tema interpretado por Waylon Jennings y Willie Nelson, y escrito por Bobby Emmons y Chips Moman: “Luckenbach Texas (Back to the Basics)”. La canción fue un éxito tal que abrumó al propio Jennings:
“odio la canción y admito que los tipos que la escribieron nunca han estado en Luckenbach. Tampoco yo.”
Hondo Crouch falleció un año antes de ver el éxito del tema de Jennings y de lo que pasaría en años sucesivos, pero su legado continúa vivo y siempre se le recuerda por el busto de bronce que hay a la entrada de la tienda y por la dedicatoria perpetua que la revista mensual, The Luckenbach Moon, hace a Hondo en cada número.
Tras unos años de calma llegan los noventa y Luckenbach se revitaliza, con afán de conservar una parte de la historia musical tejana se acometen una serie de obras de mejora que incluyeron sistema elećtrico, unos baños nuevos, un escenario detrás del bar y mejoras de acceso, en total unos $75,000 que no se sabe muy bien de qué bolsillo salieron. Además la historia se repitió y en 1993 Jerry Jeff Walker regresó a grabar al pueblo para celebrar el vigésimo aniversario de su disco más famoso con una segunda parte que tituló "Viva Luckenbach".
Willie Nelson también aportó lo suyo en los 90 ya que celebró su fiesta anual del 4 de julio en Luckenbach desde 1995 hasta 1999, pero aquello tuvo que acabarse: el evento empezó a hacerse algo tan descomunal que las
autoridades dejaron de dar los permisos pertinentes y la celebración se trasladó a Austin. Aún así todavía hay mucha gente que con esa disculpa se reúne en Luckenbach para celebrar con merienda campera la fiesta nacional norteamericana.
El salón de baile
El mítico salón está construído únicamente con madera, chapa y clavos, el escenario queda a la derecha de la entrada y a la izquierda hay inmensas mesas y bancos para que la gente se siente a disfrutar de la música, la cerveza fría, la comida de la hamburguesería de al lado o de todo ello a la vez.
Hay un calendario mensual de bandas que tocan en el salón pero además cada fin de semana a la sombra de los robles que pueblan el lugar hay siempre guitarristas, violinistas, y banyistas que se sientan en círculo a improvisar, casi siempre cerca del escenario moderno situado detrás de la antigua oficina postal. Todo el mundo es bienvenido a participar y es que como bien versa el lema del lugar: “Todo el mundo es alguien en Luckenbach”, da igual que vayas solo, siempre encuentras conversación.
Las matrículas de coche están por todos los lados, cubren las paredes exteriores e interiores de los baños, los postes del escenario, una de las paredes externas del bar... las hay muy curiosas, y llaman la atención dos británicas que completan una colección que incluye a Canadá y a gran parte de los estados de la unión.

Mercaderes en el templo
Además de pasar un rato de country tejano del puro y disfrutar de los alrededores, en la antigua tienda se pueden comprar ahora CDs, motivos vaqueros y todo tipo de souvenires; es muy frecuente ver pegatinas en los coches de cualquier ciudad tejana con lemas como: “Luckenbach established 1849” o el celebérrimo “Everybody's somebody in Luckenbach”, se puede encontrar de todo, desde la funda de una guitarra a tarjetas de regalo. Pero lo que más llama la atención de este servicio comercial es que Luckenbach se haya abierto a celebraciones privadas. El salón de baile se convierte, previo pago, en sala de banquetes de boda. Puedes contratar una banda que amenice el jolgorio y si eres de los que se deja todo para último momento ellos mismos se encargan de buscarte la comida, las flores, la música, el pastel y el fotógrafo, eso sí de la seguridad te tienes que encargar tú.

Al lado del escenario nuevo hay una tienda de sombreros y motivos campestres tejanos, parece ser que antaño allí era donde estaba el gallinero que se reformó para convertirlo en algo más productivo. Además de todo esto en el pueblo se organiza una “feria mundial” anual con casetas de venta de productos de artesanía, arte, comida... y entre otros eventos curiosos hay un concurso de cocina y degustación de chili el primer fin de semana del mes de octubre y una fiesta de avistamiento de la avispa alfarera, un insecto muy común por estos lares cuya aparación hace de entrada oficial de la primavera.
“Si bebes para olvidar, por favor paga por adelantado”
En el local no se sirven licores, sólo refrescos, agua, vino y cerveza y entre las varias que podéis encontrar la más pedida es siempre la cerveza tejana por excelencia: Shiner, hecha y embotellada en un pequeño pueblo con el mismo nombre, situado entre Houston y San Antonio.
El bar es lo más auténtico que os podáis imaginar, minúsculo y lleno de adornos y de historia. De su techo cuelgan dos pares de botas, unas de Waylon Jennings y otras de Willie Nelson, una silla con un cartel en el que se lee “Reservado para Benny [Engel]”, cabezas disecadas de ciervo tan antiguas que ya tienen sonrisa etrusca, dos águilas y una gallina que también pasaron por manos de taxidermistas, gorras, latas antiguas de cerveza, gafas de sol... las paredes están llenas de cuadros y fotos. Además de la barra hay dos mesas, unos bancos y una estufa donde en las tardes de frío los músicos improvisan a su calor. Al bar se puede entrar por tres puertas, dos que dan al escenario nuevo y otra que da a la tienda.
Piedra, madera y chapa: “Everybody’s Somebody in Luckenbach.

Carlos Rodríguez Duque