Friday, June 17, 2011

Mujeres (VIII): Felisi



Felisi era holgazana, no podía evitarlo. Había nacido a mediados de los cincuenta en Madrid y no tuvo una infancia fácil. Su madre era muy complicada había en ella un nosequé orensano que le hacía tener reacciones difíciles de entender. Su matrimonio con un tipo que hacía de todo menos trabajar no había ido bien, cuando la niña perdió el contacto son su padre él era boxeador amateur con una carrera con cierto potencial, pero no era más que eso: un don nadie con la nariz partida. Lo último que recordaba de él era que intentaba echar la puerta abajo para verla porque su madre se lo había impedido mientras Felisi gritaba "Papá" una y otra vez.
A Felisi le buscaron varios trabajos: camarera en un café de renombre, aprendiz en una peluquería, dependienta en una boutique... pero todos acababan igual. Felisi prefería lo que pasaba por las noches, lo que a menudo le llevaba a dormir en las escaleras del portal donde vivía su madre, que se hartó de quedar mal con sus conocidos por culpa de su hija.
En un golpe de suerte buscada cerró un negocio que le ayudó durante el resto de su vida, y sin decir nada a nadie, se marchó con Felisi a vivir a una ciudad de provincias con vistas al mar. Pero ya era demasiado tarde.
Felisi estaba embarazada y su querencia por la noche no tardó en hacer que acabara en un club de carretera, y en ese mundo pasó casi dos décadas con dos hijos a cuestas que se criaron con su abuela.
Cosas de la vida, un cliente se enamoró de Felisi y le pidió matrimonio. Sopesó lo bueno y lo malo, no se estaba haciendo joven precisamente, y aceptó. El tipo reconoció a los dos hijos y como siempre hay un roto para un descosido, las cosas iban saliendo adelante a pesar de las mil y una desgracias de una familia de desgraciados. Pero lo que comenzó como una canción de femme fatal de Burning terminó en una copla de ama de casa. Pronto llegó el aburrimiento y Felisi se cansó de no disponer de dinero para sus vicios, y su marido se hartó de no tener la excitación de antaño, cuando nada era igual, y de aquellos niños que ya eran adolescentes alocados.
Ella se buscó un par de clientes mayores y fáciles, y con aquello iba comprando tabaco y otros venenos humeantes de muerte lejana, y la vida era bella durante ratos al fresco de las escaleras mientras hablaba con su vecina, la que no sabía lo que era el placer, antes de acostarse a dormir con el mismo de siempre.
Mr. Blue

Tuesday, June 07, 2011

Deep in the heart of Texas (XIX): La Radio (I)

Las primeras emisiones radiofónicas en Texas tuvieron lugar en el campus de la Universidad A&M (Agricultural & Mechanical) en Austin y en College Station, ambas en 1911.
En la primera el catedrático J.B. Dickinson instaló lo necesario para enseñar a los alumnos de ingeniería eléctrica los secretos de las transmisones de radio.

Al mismo tiempo el catedrático S. Leroy Brown experimentaba con radio de alta frecuencia en la Universidad de Texas en College Station. El doctor Brown construyó una emisora en el laboratorio de física y empezó a retransmitir partes meteorológicos e información para granjeros.

Mr. Blue

Wednesday, June 01, 2011

Hallazgos en internet: "Autista y Música"

En esas cadenas interminables de emails que se reenvían, en ocasiones, te encuentras algún que otro tesoro. En el caso de esta entrada le debemos un agradecimiento a Paz.
Dedicado al autista que hay en mi.
Mr. Blue

"El nombre de la canción es Dueling banjos (Duelo de banjos) y forma parte de la leyenda en la iconografía del cine.
La secuencia que veréis aparece en la película Deliverance que en España se conoció como "Amarga Pesadilla". El niño que toca el banjo no es actor, es un muchacho autista que vivía en la gasolinera en la que se paró el equipo de filmación, cerca del lugar donde se desarrollaba la película.
Cuando uno de los actores cogió una guitarra y empezó a tocarla cerca del chico, se estableció un increíble diálogo entre los instrumentos, y el autista se expresó acaso de la única forma que deseaba hacerlo. Así surgió espontáneamente esta notable escena que el director Boorman tuvo la feliz idea de no excluir de la película...
Fíjáos en la expresión del chico. Al principio expectante y desconfiado, a medida que crece la intensidad de la la música se va dejando llevar por ella hasta transformar su expresión perdida, en expresión de gozo, de inmenso placer, de alegría rescatada, gracias a ese guitarrista que "pasaba por allí".
¡¡Su sentido del ritmo y su maravillosa técnica es realmente sorprendente!!
El niño crece, brilla, vibra y exhibe su sonrisa escondida entre los pliegues de su deficiencia. Sonrisa maravillosa que la magia de la música hace aflorar al exterior. Después, tras ese momento mágico el chico vuelve dentro de sí dejando esa parte de su belleza eternizada en este film.
Serás testigo de un excelente duelo entre guitarra y banjo que marcó una época en la música y en el cine, fue esporádico, por eso fue bello."